Las empresas atraviesan por cuatro fases a lo largo de su desarrollo. Cada una de ellas se caracteriza por una forma particular de gobierno, que afecta el rol y la agenda del empresario.

Las cuatro etapas típicamente presentan las siguientes características:

  1. Etapa Fundacional. Ésta es la típica empresa de dueño y la identidad de la empresa se confunde con la identidad del dueño.  El empresario trabaja 24 horas, siete días por semana. Tanto la información como las decisiones son centralizadas e intuitivas. La cultura de la organización es familiar e informal. Está centrada en el empresario, y predominan valores como la confianza y la lealtad.
  2. Etapa Funcional o Profesional. La empresa tiene procesos ordenados y funciones definidas a cargo de profesionales. Éstos tienen acceso a cierta información sensible y toman decisiones en base a parámetros. No obstante, aún el dueño participa activamente en la mayor parte de las decisiones.
  3. Etapa de Delegación Efectiva. La empresa tiene una estructura consolidada y todas las posiciones ejecutivas son ocupadas por profesionales. El dueño adquiere un rol estratégico y de control, menos orientado a la gestión operativa y más enfocado en la generación de nuevos negocios.
  4. Etapa del Grupo Empresario. La empresa se encuentra totalmente profesionalizada. Cuenta con distintas unidades estratégicas y operativas, que toman decisiones de manera descentralizada. Hay un cuartel central que controla ciertas políticas y prácticas comunes para toda la organización.

No todas las empresas avanzan en este proceso evolutivo. Es más, la panadería de mi barrio, seguramente como la del tuyo, está gestionada ya por la tercera generación y permanece en la primera etapa, sin ninguna intención de profesionalizarse. Sin embargo, muchos empresarios desean profesionalizar su empresa por distintas razones: para sostener el crecimiento, para poder seguir compitiendo, para vender la empresa, para mejorar su propia calidad de vida…  Sin embargo, según nuestra experiencia y los resultados de nuestro estudio en 314 PyMES de la región, profesionalizar no es tan sencillo.

Evolución y Revolución

No todo es sencillo: cada etapa de crecimiento culmina en una crisis, que es la antesala de la siguiente etapa. El tránsito de una etapa de la empresa hacia la siguiente suele ser un proceso traumático, generado por el propio crecimiento. Cuando esto ocurre, el dueño suele tener la sensación de que aquello que antes funcionaba, ha dejado de hacerlo. Las crisis son un síntoma de la necesidad de implementar cambios en las estructuras, en las funciones, en la gestión de la información y en los procesos de toma de decisiones.

Siguiendo con el modelo anterior de las 4 etapas, 3 son entonces las crisis. Pero la más compleja, la más difícil de resolver y la más frustrante, la que logra a veces destruir emprendimientos, es la primera, la que llamamos Crisis de Cacicazgo. La empresa en Etapa Fundacional crece y prospera, pero este mismo crecimiento hace que el modelo de gestión en el que el empresario es “el cacique” deje de ser efectivo. La empresa ha crecido, se ha vuelto más compleja, y requiere otra forma de funcionamiento.

El camino a la profesionalización

Para dar el salto, el empresario tiene que avanzar en tres dimensiones: la Estrategia; la Gente; la Información y los Procesos. Las tres dimensiones deben estar alineadas para avanzar hacia las metas de la organización. Este proceso debe desarrollarse de manera coherente, ya que una decisión en una de ellas afecta a las restantes, lo que conlleva a la necesidad de una adecuación o cambio.  A menudo, los empresarios comienzan a avanzar en un campo y no en los demás. Esta es una de las causales de los avances y retrocesos.

El principal obstáculo en este proceso no es el dinero, ni la falta de financiamiento, ni el contexto macroeconómico, ni el clima de negocios, ni… La gran barrera en el camino a la profesionalización es, fundamentalmente,  el mismo dueño: la construcción de una empresa profesional implica dejar de hacer muchas de las cosas que lo llevaron a ser exitoso, y comenzar a ocupar un nuevo rol.

El proceso de profesionalización de la empresa es también un proceso de transformación de su dueño. El salto del dueño es también la construcción de una nueva identidad profesional. No hay cambio en nuestras empresas si no cambiamos nosotros.

Una investigación en 314 empresas

Nuestra intención era identificar las barreras más frecuentes que enfrentan las empresas en su proceso de profesionalización. Empezamos con la hipótesis de que, a diferencia de lo que sostienen algunas investigaciones anteriores, la profesionalización no se relaciona con el tamaño, con las ventas, con la dotación, ni con la antigüedad de la empresa. Hay compañías relativamente nuevas y pequeñas con culturas profesionales de gestión, y también empresas centenarias con cientos de empleados que se siguen manejando en la Etapa Fundacional.

La investigación nos permitió corroborar nuestra hipótesis inicial: una gran cantidad de empresas se encuentra en pleno proceso de profesionalización, en el momento de avances y retrocesos. El 15 por ciento de las empresas de nuestro estudio está en la Etapa Fundacional; el 68 por ciento están intentando “dar el salto”, y el 17 por ciento ya alcanzaron la Etapa Profesional.

Encontramos toda clase de empresas en Etapa Fundacional, y también en Etapa Profesional. La profesionalización no depende necesariamente del volumen de facturación. Si bien, entre las empresas que más facturan encontramos menos empresas en la Etapa Fundacional, los datos del estudio nos muestran que el porcentaje en el período de transición es muy alto. ¡El 62 por ciento de las empresas que facturan más de diez millones de dólares por año aún están en transición! También La existencia de empresas más pequeñas en términos de facturación en la Etapa Profesional demuestra que el tamaño no determina la profesionalización.

(El Estudio está disponible en http://www.pmolinari.com)

Más información sobre El Salto del Dueño

 

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